¿ Por qué se habla de “la nube” ?

Desde los años sesenta, los ingenieros de redes venimos representando en nuestros diagramas (auténticos “planos” de cómo va a resultar un sistema) las interconexiones de ordenadores –redes, propiamente dichas– con figuras semejantes a nubes. De esta manera, se evoca la cualidad “amorfa” (sin forma definida) y comprendida por el todo de este conjunto de sistemas.

En una cita atribuida a un consultor de Deloitte se decía:

“Así como las partículas de gas se desplazan en una nube, el camino preciso que sigue
un paquete de información que viaja de un punto a otro en la red no es necesariamente importante”

En los modernos sistemas de computación distribuida —el famoso cloud computing—, los diversos recursos disponibles para el usuario final, ya sean potencia de cálculo(CPU), memoria, almacenamiento primario o de copia de seguridad, capacidad de entrada/salida (IOPS)  o conectividad de red no necesitan tener ubicación ni dimensión constante, porque su ubicación exacta ha dejado de ser relevante. Así, los usuarios de los servicios no tienen que preocuparse del hardware ni de la plataforma (sistema operativo) sobre la que funcionan sus aplicaciones —ni muchas veces las propias aplicaciones, que se consumen como un servicio (SaaS)—: todo está “en la nube”.

Todo este cambio de paradigma ha sido posible gracias a la capacidad de abstracción que proveen las modernas tecnologías: virtualización de la potencia de cálculo, virtualización del almacenamiento y, recientemente, virtualización de las propias redes de comunicaciones. Cada paso aleja cada vez más el qué del cómo, aumentando la flexibilidad de la infraestructura y su capacidad de generar valor.

 

A modo de ejemplo, imaginemos la situación de un fabricante de calzado de gama media-alta, que tiene una determinada cantidad de fieles compradores que visitan con cierta asiduidad su tienda online para ver el catálogo y posiblemente comprar algún par de zapatos para algún ser querido o para ellos mismos. Pongamos también que este fabricante lanza nuevas colecciones dos veces al año: los aficionados no dudarán en repasar el nuevo catálogo para buscar productos de su agrado. Así, las visitas pueden pasar de algunos humildes centenares al día a decenas de miles cada hora.

Con el modelo tradicional, el Director de IT de la fábrica de zapatos tendría que elegir entre dos opciones: o bien mantengo la infraestructura convencional, que tan bien funciona en los períodos de normalidad de la demanda, y espero que mis sistemas aguanten bien el tirón, o bien tengo una infraestructura sobredimensionada durante todo el año, con el consiguiente despilfarro (amortización de servidores, conectividad desaprovechada, personal contratado) que esto supone.

Con el modelo “cloud”, el Director de IT podría simplemente provisionar una serie de servidores virtuales nuevos unas horas antes de la presentación de la nueva colección, verificar el correcto funcionamiento y sentarse tranquilamente a ver cómo las visitas –y las compras– crecen suavemente y con la consiguiente satisfacción del dueño. Una vez la demanda haya caído a valores más normales, podrá ir retirando capacidad de cálculo progresivamente hasta retornar a la situación de partida. En todo este proceso, la empresa habrá pagado exclusivamente por la capacidad consumida –como si se tratara de la factura eléctrica o del agua–, sin desembolso adicional. Por último, en caso de haber resultado escasa la previsión inicial (“se quedó corto”), se puede ampliar de forma sencilla los recursos disponibles para la tienda durante el tiempo que sea necesario.